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Observar sin Juzgar

Alberto J. Merlano A.

Se describe la práctica de la escucha no evaluativa, necesaria para desarrollar una auténtica comunicación en la que los interlocutores estén dispuestos a cambiar, como consecuencia de comprender empáticamente el punto de vista del otro.
Tiempo de lectura 10 min.

La práctica de observar sin juzgar consiste en hacernos conscientes de lo que estemos viviendo, momento a momento, en el aquí y ahora, sin la interferencia de juicios o reacciones mentales o emocionales. Aplicada al diálogo entre dos o más personas se convierte en la escucha no evaluativa, en la que buscamos comprender los senti-pensamientos de nuestro interlocutor, sin juzgar si estamos o no de acuerdo con él.

No se comprende lo que  simultáneamente se juzga. Para evaluar se requiere, un “deber ser”, una norma, un patrón, contra el cual comparar lo que observamos. En un diálogo para comprender es necesario, por lo tanto,  suspender provisionalmente, cualquier proceso consciente de evaluación comparando lo escuchado contra a lo que en nuestro juicio, debería ser.

Comprender sin juzgar es difícil, pero no imposible. En asuntos humanos el juzgar impide entender con claridad el punto de vista del otro. Si queremos entender de un modo más profundo, hemos de hacerlo sin emitir juicios y, si este es imprescindible, debe realizarse sólo después de haber comprendido, no antes, y siempre acerca de la conducta, no del ser; es decir, sobre lo que el otro hace y no sobre lo que el otro ES, mirando como distintos, aunque complementarios, al individuo, sus senti-pensamientos y acciones.

Juzgamos actos, no motivaciones, estas nos sirven para explicar las conductas de los demás, pero las aceptamos sin juicio valorativo sobre ellas, relacionándolas, si es necesario, con los actos de la persona.

Ejemplos:

  • Motivado por los celos un esposo golpea a su esposa. Juzgamos, condenamos y sancionamos la acción. Nos abstenemos de juzgar si experimentar celos es bueno, regular o malo, pero buscamos comprender porqué los experimentó. Las razones y las circunstancias pueden ser usadas para atenuar o agravar la sanción. El foco evaluativo es la conducta.
  • Acto impulsivo, motivado por la intensa ira y dolor… premeditación… alevosía[1]… Se juzga el acto, las circunstancias de modo, tiempo, lugar, ayudan a calificar la gravedad de la conducta sancionada. Se busca explorarla, sin juicio de valoración sobre lo que debió ser o no ser en el ámbito interno de la persona. Otra vez: concentración en la conducta.

Es claro, en consecuencia, que observar sin juicio no implica necesariamente que nos abstengamos de hacer evaluaciones, sino que mantengamos una separación temporal entre nuestras observaciones y nuestros juicios y que estos se centren en la conducta no en la forma en que nuestro interlocutor percibe la realidad.

Al respecto dice el filósofo y sociólogo francés, Edgar Morin, en su obra Mis demonios[2]

Comprender por qué y cómo llegan “ellos” a ideas, opiniones y creencias que consideramos absurdas o innobles, nos lleva a una ética de la comprensión.

 La comprensión debe preceder al juicio, y también a la condena (…)

Quienes no quieren comprender condenan la comprensión por sus consecuencias, es decir porque impediría la condena (…). Sería, pues, preciso no querer comprender nada, como si la inteligencia supusiera un horrible vicio, el de conducir a la debilidad, a la abdicación.La comprensión tiende, en efecto, a impedir el castigo físico, pero no impide la condena moral porque favorece el juicio intelectual.

La comprensión ni excusa ni acusa (…) La ética de la comprensión exige argumentar, refutar, en vez de excomulgar y anatematizar”.

Escuchar conscientemente, vacío de pre-juicios, abandonando toda intencionalidad de convencer, es empezar a entender. Quien juzga no comprende el punto de vista del otro porque está mirando la cuestión desde su propia perspectiva y no desde la de su interlocutor. Tampoco cambia porque no se permite ver los otros ángulos del asunto pues se ha formado ya una opinión de la que no se permite dudar.

El llamado diálogo no evaluativo, comunicación empática o diálogo transformador, tres de los nombres más usados para esta práctica, consiste en comunicarse en doble vía con el interlocutor,  tratando cada uno de entender no sólo las razones del otro sino sus sentimientos, sin emitir crítica alguna, defender la propia posición o tratar de que el otro cambie la suya.

El propósito de cada uno de los participantes es COMPRENDER la posición racional-emotiva del otro, no necesariamente tomar una decisión.

A veces la comunicación empática hace innecesaria decisión alguna, pues la sola comprensión de los senti-pensamientos de las partes es suficiente. En otras ocasiones, cuando la decisión es necesaria, se considera conveniente iniciar el proceso de comunicación buscando entender las posiciones de las partes y una vez logrado, pasar a tomar una decisión,  separando temporalmente los dos procesos, el de comprensión del de la decisión.

El entendimiento del mundo racional emotivo del interlocutor produce cambios significativos en la relación, porque el proceso conduce no sólo a entender mejor sus percepciones, sino que al hacerlo la propia percepción, previa al diálogo, también se modifica.

Una de las recomendaciones más poderosas para facilitar esta práctica, es aceptar a los demás tal como son. Esto puede implicar algo más que la pasividad que proviene de la simple resignación ante lo que no podemos modificar. Se podría convertir en complicidad, una forma de tolerancia activa, con la vida del otro mientras ella no perjudique a los demás. Tal vez sea este el modo más profundo y más bello de relación entre seres humanos que se aman.

Escuchar en forma no evaluativa, no sólo es necesario para comprender a los demás, sino también para aplicar la célebre y útil sentencia inscrita en un muro del templo consagrado al dios Apolo en Delfos, conócete a ti mismo, pues nuestra evolución hacia formas más avanzadas de consciencia y de vida no se deriva de violentar nuestro ser, sino de entender por qué hacemos lo que hacemos. Si no somos capaces de mirarnos sin evaluarnos, no podremos entender qué es lo que en nosotros acontece.

Al respecto dice el sacerdote jesuita Anthony de Mello[3]:

“Para crecer el único camino es la observación. El irse observando uno a sí mismo, sus reacciones, sus hábitos y la razón de por qué responde así. Observarse sin críticas, sin justificaciones ni sentido de culpabilidad ni miedo a descubrir la verdad, es conocerse a fondo. El observarte a ti mismo, es estar atento a todo lo que acontece dentro y alrededor de ti, como si esto le ocurriese a otra persona, sin personalizarlo, sin juicio ni justificaciones ni esfuerzos por cambiar lo que está sucediendo, ni formular ninguna crítica ni auto compadecerse. Los esfuerzos que se hagan por cambiar son peores, pues se lucha contra unas ideas y lo que hay que hacer es comprenderlas, para que ellas se modifiquen por si solas una vez que comprendas su falta de realismo”.

Esta comprensión surgida de la ausencia de evaluación, del no-juicio, puede ser profundamente transformadora de nuestros senti-pensamientos y acciones. No necesitamos estar en permanente vigilancia sobre nosotros mismos para que nuestra conducta se ajuste a lo que creemos es la ideal.

Cuando nos miramos con curiosidad y amor, sin juzgarnos, COMPRENDEMOS y al hacerlo somos capaces de cambiar sin gran esfuerzo de voluntad. A esto posiblemente se refería el maestro Jesús al decirnos que la verdad nos haría libres.[4] Dejemos que el juez interno, descanse y tratemos de encontrarnos a nosotros mismos y ser el individuo único e irrepetible que somos.

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Alberto Merlano. Administrador de Negocios de EAFIT. MBA Universidad del Valle. Consultor en Administración a Escala Humana con énfasis en Manejo de Conflictos. Profesor de las Facultades de Administración de la Universidad de los Andes de Bogotá y de la Universidad del Norte de Barranquilla.

[1] Alevosía es una noción que, en el ámbito del derecho, se utiliza con referencia a lo que hace un individuo para garantizar la concreción de un delito contra otro sujeto sin que exista un riesgo para él. Se trata, por lo tanto, de una circunstancia que agrava la responsabilidad de quien comete la falta.

[2] Editorial Kairós, Barcelona, España- 1995.

[3] Anthony de Mello (Bombay, 1931— Nueva York1987) fue un sacerdote jesuita y psicoterapeuta conocido por sus libros y conferencias sobre espiritualidad, donde utilizaba elementos teológicos de otras religiones, además de la tradición judeocristiana. Algunas de sus ideas fueron revisadas y notificadas como no ortodoxas por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 24 de junio de 1998. [Tomado de WIKIPEDIA].

[4] Juan 8,33

Pensar es difícil, es por eso que la mayoría de la gente prefiere juzgar.
Carl G. Jung